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viernes, 20 de diciembre de 2013

Música

Esa infantil transcendencia
de los conciertos
en que madres y padres
vuelcan su amor
entre piedras y notas,
lo encierran en grabaciones,
lo vierten en temblores y emoción
ingenua.
Esa infantil perfección
de la música intentada
por quienes ya no son...,
o mejor,
son;
pero aún
nos recuerdan
...
Esa música creada,
inefable, imperfecta.



Ladrones, asesinos,
corruptos, violadores.
Todos ellos perdón
alcanzarán;
pero aquellos que ruido
en concierto perpetren;
aquellos que la música
con ignorancia,
burla o desprecio
maten o quiebren,
estos...
estos misericordia
nunca hallarán.




martes, 29 de octubre de 2013

En la noche de Todos los Santos (otra vez)

Húmedos los labios, brillo en los ojos.
Leve aleteo al respirar.
Piel y carne en su lugar,
vientre y garganta, manos;
pies para caminar.
Saberes, esfuerzos, recuerdos...
Ahora los vuelve a invocar,
frágiles vínculos
que a punto está de desligar.
Abandono y frialdad.
Búsqueda de una presencia.
Amor total
¿dónde estará?
Un paso más.
Aún
siente el corazón palpitar,
el frío en el rostro,
el reflejo en sus ojos
de la gris inmensidad.
En unos instantes,
ya nada habrá.
Tiemblan las piernas,
no puede vacilar.
El orgullo será
lo último que morirá;
una postrera mirada,
y la oscuridad.
Un aleteo, un sonido
en el mundo que seguirá.
Un escalofrío al imaginar
el filo de acero bajando,
el final.



Esta es la primera entrada de este blog y también una de las primeras de "El jardín de las hipótesis inconclusas". Hace un año la revisé mínimamente (El final) y ahora, en esta semana de difuntos, he vuelto a ella.



viernes, 30 de agosto de 2013

jueves, 29 de agosto de 2013

Oración

Como los niños lloran por lo fútil,
así nosotros también Te pedimos
baratijas sin substancia,
chuches, piedras de colores.
Nos escuchas, sonríes, las ignoras.
Así ha de ser;
pero,
pero en aquellas que de corazón
para nuestro pequeño y dulce hermano
de rodillas te pedimos,
fíjate en el dolor y no en la causa.
Concédenosla, repárala,
que sintamos que sientes
del padre la bondad.


lunes, 15 de julio de 2013

Hierba

El viento meciendo la hierba alta,
y el viento meciendo la hierba,
el viento meciendo la hierba;
el viento meciendo.
Mecía y mecía la hierba el viento,
la hierba mecía y mecía el viento,
la hierba mecía
el viento.
Tan solo un momento, la hierba, el viento;
un momento la mano suave, el viento
en el aire, en la hierba que mecía.
Solo en una mirada, comprendía
el aire, la tierra, la hierba, el cielo.
Sabía, sabía que allí moría




viernes, 14 de junio de 2013

Veintidós de junio



Era el veintidós de junio
de mil novecientos setenta y tres.
Cumplía siete años
y era feliz.
Sábado por la tarde
del veintidós de junio
de mil novecientos setenta y tres.
Una película de caballeros,
espadas brillantes,
jardines de attrezzo
y la frase que nunca olvidaré
"el señor tiene más de doce libros".
Ingenuamente
corrí a contar
los libros que tenía
el veintidós de junio
de mil novecientos setenta y tres,
por ver si eran
más los que poseía
el señor del castillo medieval.
También había un pastel
De bizcocho con crema y chocolate.
No faltaba nadie
de los que entonces eran,
el veintidós de junio
de mil novecientos setenta y tres.
Quizás llovía y
toda la casa era un edredón.
No soy ya aquel,
soy otro que recuerda
a quien entonces fue.







sábado, 25 de mayo de 2013

Poética


Los poemas son fotografías. Tomamos una foto para recordar un momento, a una persona, un lugar; o dicho de otra forma, una persona en un momento dado y en un lugar determinado. Queremos fijar la imagen y poder volver a ella una y otra vez, si acaso mostrarla a quien no estaba allí y de esa forma llevar el instante capturado con nosotros para conservarlo y compartirlo.
Cuando se escribe algo que pudiera parecerse a un poema intentamos captar un sentimiento, una vivencia normalmente intensa y con frecuencia pasajera que nos agita en un momento dado. Muchas veces la experiencia dura tan solo un segundo, en otras ocasiones puede prolongarse durante años. En algunos casos es tan evidente para quien la vive como una quemadura, un beso o una caricia; en otros supuestos cuesta llegar a ella porque está enterrada en algún lugar de nuestro interior y nuestro consciente solamente percibe una agitación que no llega a identificar. Hemos de hacer introspección, hurgar hasta rescatar ese sentimiento que nos ha conmovido y que queremos guardar. El poema es la forma de conservarlo.
La asociación de palabras, imágenes, ritmos, rimas y cualquier otro recurso que se nos ocurre busca (consciente o inconscientemente) fijar en un soporte externo esa vivencia inefable que pensamos que podríamos perder si no se pone por escrito. En este sentido es en el que creo que poesía y fotografía se parecen.
Esta semejanza básica extiende sus brazos a otros muchos aspectos. Si uno se fija en lo que uno escribe y en lo que puede leer -y hay que considerar no solamente a los autores consagrados, sino también a los miles de aficionados que pululan por la red- nos damos cuenta de que cualquier tema puede ser bueno para la poesía al igual que lo es para la fotografía; pero como sucede con esta última es fácil que también en la poesía una gran parte de lo que se produce carezca del valor universal que lo hace interesante para alguien más que para quien lo escribe o sus allegados más cercanos. ¿Cuántas fotos vemos en que se nos muestra a hijos, cónyuges o amigos? Yo mismo cuelgo muchas imágenes de ese estilo que seguramente no interesan más que a mi familia o a alguno de mis amigos; pero que, evidentemente, nada dicen a la inmensa mayoría de quienes navegan por internet. Existen otras fotografías, en cambio, que por su objeto, por el encuadre, por los colores, por otra razón o por una combinación de varias llaman la atención a muchos que no tienen relación directa ni con el tema ni con el autor. Estas fotografías aportan algo que tiene valor general y son, habitualmente, las que acaban circulando de una punta a la otra del Planeta y en las que acabamos poniendo miles de "me gusta".
Igualmente en poesía es fácil comprobar cómo muchas de las obras que se leen son tan evidentes como lo es una foto de familia tomada en cualquier lugar tópico y carecen, por tanto, de ese valor universal que hace que conmuevan a personas que nada tienen que ver ni con lo fotografiado ni con quien lo fotografía. Ahora bien, que carezcan de esta dimensión no convierte a tales poesías en prescindibles. Una foto, cualquier foto, es valiosa por esa captura del momento que siempre tendrá interés al menos para quien la hace. De igual forma cada poesía captará ese sentimiento particular que la motiva y que, al menos para quien la escribe, merece ser conservado. Me entristece que algunos renuncien a escribir porque piensan (y en ocasiones con razón) que lo que escriben no es lo suficientemente bueno. No se escribe para escribir algo "bueno". Se escribe para transmitir un sentimiento y, al igual que en una fotografía, el resultado será más o menos perfecto; pero siempre servirá al autor para revivir aquello que de otra forma hubiera pasado.
No todas las fotografía que hacemos son de premio (seguramente ninguna); pero todas nos son queridas por una u otra razón. Para cada uno de nosotros dicen algo y por eso nos agrada compartirlas. Más allá del valor técnico o artístico tanto los poemas como las fotografías son, en cierta forma, nosotros mismos; pequeñas huellas que nos ayudan a multiplicar la vida.


viernes, 24 de mayo de 2013

Canícula

Bares de barrio en noches de verano;
pocos clientes, luces encendidas.
Mujeres a la puerta, pies desnudos,
agitando la falda hacen viento;
aire encendido, ¡ay! en la canícula.
En el muslo la mano, pies en alto;
conversaciones lánguidas, los ojos
entrecerrados.
Soplo inmóvil, la noche de verano;
brillo en la piel, deseo velado.
Bailan y se juntan pechos y labios.
Faldas levantadas en lo blanco.
Rosas bañadas por las farolas,
música en la calle, tan cercana.
Negro joven que no aguarda mañana
quiebra las espaldas de los esclavos
que cada noche vuelven
a este jardín delicioso, encantado
donde olvidan que son
carne de matadero
alimento de picadora, cuerda;
la cadena y el fardo y el trabajo
y los muslos que se hinchan
en noches de veranos lejanos,
y oyen la falda que se levanta
con gemido en lo blanco
y saben que son
de la creación los excrementos,
regalos por él olvidados,
como flores bajo el sol, puestas en guardarraíles.


martes, 7 de mayo de 2013

Darse

Darse
como se da la manga de un jersey.
La vuelta,
darse la vuelta,
expuesto el interior a viento y lluvia.
No tiene bordes
la flor abierta.
Flor blanca y amarilla
contra el verde; el azul de las montañas
que en un día lejano, abandoné.
Son quienes me rodean almenares,
luces frente a lo negro.
Cae uno, se apaga.
Muere ante el soplo del viento en la noche.

Viene de lejos ese aire frío.
El viento negro,
los sueños de los niños.
Más allá hay otro mundo, recordado.
Las montañas que un día abandoné.
No tiene borde el Ser,
se confunde
con Él,
no ser.


domingo, 21 de abril de 2013

Restos y lo contrario


Restos

Recuerdo aquel verano, aquel amor
intenso, fuerte, no correspondido.
Siento la llaga de lo no vivido;
por ojos entrevistos, cruel dolor.
Me falta haber sentido su calor,
haberla amado en lecho compartido,
olvidarla tras haberla perdido.
Me falta haber probado su sabor.
Restos suyos quedan en este mar
lleno de palabras huecas, vacías.
¿Podría sus huellas aquí encontrar?
Tal vez disfrute con las poesías
en que llamo a quien deseé besar.

Tan solo son ensoñaciones mías.



Y no resisto la tentación de completar la entrada con un bellísimo poema que es la antítesis de lo que aquí escribo:



lunes, 1 de abril de 2013

Techo

Lento el día, horas de plomo, nada.
Gris en lo alto anega la esperanza
del que aguarda seca herida de lanza.
Muerte le dará a la gloria alcanzada.
¡Vida!, descubrirse un alma embarrada;
un corazón que la dicha no alcanza;
de los demás, la falta de añoranza.
Solo un gusano en inmensa explanada.
Sufrir ese dolor en la garganta,
esa angustia sin sentido en el pecho.
Penar por lo innombrable que te espanta,
soñar con el definitivo lecho
donde la diosa nívea te canta
y tu centro, de estrellas roza el techo.

Rafael R. Costa nos invitaba hoy a intentar escribir un soneto. Como le decía, una invitación difícil de rechazar. Aquí dejo mi propuesta.

Portada del libro de Rafael R. Costa "44 Sonetos de amor y otros barcos a la deriva"

miércoles, 13 de marzo de 2013

domingo, 10 de marzo de 2013

Canto de ira y fuego 2013

Una mano pequeña
te agarra como ancla;
es tan sólo un recuerdo
en la fría mañana.
Otros recuerdos vienen,
son los que te acompañan
desde aquel otro día,
gris memoria lejana.
Otra mano a lo lejos
que por ti se agitaba;
El asesino azul
tranquilo te aguardaba.
Pero antes las piedras
con sangre han sido untadas.
Él quedó en el camino
y en tu alma su mirada.
Ahora la estás viendo,
aquí, en esta mañana,
definitiva, ardiente,
caótica y extraña.
La sal seca la boca,
la ropa está mojada,
horizonte lejano,
miedo al crujir las tablas.

Regresabas del campo
cuando viste las llamas
cuando oíste los gritos,
tu nombre pronunciaban;
un silbido en el aire
te trajo la desgracia.
Aceptas el periódico
que en el metro regalan
te aprietas contra tantos
que el mismo aire exhalan.
¿Acaso hay diferencias
entre los que para vivir trabajan?

Una mano en el culo,
tragas saliva, pasas.
Los ojos distraídos
se fijan en su cara.
Guapa, morena, pálida.
Le clava la mirada,
ella también le mira,
parece contrariada.
Quiero olvidar su gesto
cuando el café tomaba,
y el sabor de su piel
cuando con él follaba.
Hoy acabo el informe
y hago ya la llamada.
Si estamos a primeros,
otro mes sin la paga,
cogeré los ahorros
para el envío a casa.
Es guapo el tío negro,
lástima que no vaya
al bar en el que entro;
que baje en mi parada,
le sigo, me lo cruzo,
caída de pestañas.
¿Y el móvil, dónde está?

Como cada mañana
entra en la habitación,
igual que la dejara
el día de desgracia;
bueno, hecha la cama.
La arregló el mismo día
al regresar a casa.
Vio en la mesita el móvil
que entonces olvidara
encendido y abierto;
y que ahora muerto también estaba.

En el Cielo tus hijos
están, a ti te aguardan.
Grita y golpea airado
ante las cajas blancas,
blancas como el metal
del cajón en que viaja.
De pie echa la cuenta
de lo que aún le falta
para acabar el pago
de la pierna moderna
que a su hija regala.
Sabe que allá muy lejos
ella por ella aguarda.
Ahora busca sombra
donde antes jugaba
¿Cuánto dinero cuestan
de un pájaro las alas?
Las manos en los guantes,
todo fluye y encaja,
incluso el traqueteo
con su mente acompasa.
Tranquilo en su palacio
goza de la mañana.
De nuevo han fracasado
los que la paz pactaban.
Superficial artículo,
por algo lo regalan,
luego lo mirará
en...
...y todo estalla.

Sí que es malo el café
del bar de la parada;
pero ella que no tiene
se siente como en casa
entre ruido de trenes
y churros en la barra.
De repente el estruendo
y el mundo que se acaba.
No te puedes mover,
estás petrificada.
El bar es un dibujo
de gente estupefacta.
Tiras del compañero,
hacia el andén avanzas.
Del túnel salir ves
el primer cadáver de la mañana.
Rojo, azul, alarido;
del infierno la entrada.
Tienes que ir, ahí.

Oscuro alrededor,
agua y sangre en la espalda.
Echa en falta su guante,
la mano que guardaba
y el brazo que movía
el mundo en que gozaba.
Fulgores de linternas,
una voz que le llama.
Vio el fuego, oyó la bomba;
la chica se quemaba,
su rostro se fundió;
el fuego rojo avanza
hacia él, indefenso,
la llama ya le mata.
En las piernas temblor,
los hierros ella salta,
la sigues, entras, rezas.

El silencio, el dolor;
muerte bajo la carpa.
Lloran y se estremecen
los que en ella trabajan
cuando en un móvil vivo
se oye la llamada
por la que amante, amigo,
padre, madre o hermana
palabras de un cadáver
con angustia reclaman.
Ve la sábana blanca,
encima la tarjeta,
alguien ya la levanta.
Pues sí, ha sucedido
un mundo así se acaba.
Unos ojos cerrados,
sangre seca en la cara,
no más mañanas juntos
perreando en la cama.
Muchos años después
aún recuerda aquella blanca mortaja,
de la que es una copia
la que la luz le tapa.

Llevas en ti la muerte
y un recuerdo en el alma.
El dolor es más fuerte,
sientes como te abraza,
casi te reconforta
en esta hora amarga.
Si tus hijos vivieran...
los sientes a tu espalda,
pronto serán reales;
muerte en vida tornada.
Hoy tiemblan los maestros
que a las cinco aguardan
a los que recogen
esta preciosa carga.
¿Alguno no vendrá?
No aguantan las miradas
que los chavales serios
asustados les lanzan.

La estación está cerca,
los pasos no engañan.
Primaveral calor
de la luz en la cara;
fúnebre negra máscara.
Color de la mañana,
que tras ella se oculta,
ven a mi y me regalas
tan solo dos minutos
para ver la muchacha,
perfume penetrante,
que tan suave me habla.

¡Oh, tristes odios imperecederos!

(Foto de Manu Arenas)

domingo, 27 de enero de 2013

Mediterráneo


Aire y mar, la tierra y la luz fulgieron;
temprana la aurora, rosado el cielo;
la costa adivinan allende el velo.
Tras la blanca niebla la playa oyeron
quienes a las negras olas temieron.
En la noche oscura, de casa anhelo;
del amado al bien, preparado el celo.
De Troya vencedores son, volvieron
y polis erigieron. Tierra recia,
abierta a quienes aman la esperanza.
Sitio no tienen para gente necia,
todos dioses forjados con templanza
en la antigua cuna de Europa, en Grecia,
olvidada madre, nuestra añoranza.


La foto está hecha por Blanca Vilà